lunes, 10 de noviembre de 2008

Que bien me pone el sol

Quizás quiera el distinguido público que visita este blog que escriba yo acerca de la importancia del Sol en el desarrollo de la vida sobre este planeta. O que escriba cuan importante es la incidencia de esta Bola de Fuego en los hábitos diurnos y nocturnos que rigen la existencia de la flora y de la fauna que cubre a la tierra. Pero la verdad es que la ciencia no tiene nada de sentimientos, y no existe objeto inanimado que me produzca más sensaciones que el Sol.

Para empezar, puedo decirles una cosa. Los días que me levanto y veo el Sol, tengo pilas para todo, las cosas son buenas porque si. Los días que me levanto y no lo veo, solo la inercia de la rutina hace que me vaya a desayunar y continuar con la sucesión de eventos programados. Es que sol...el sol se va al carajo.

Y se va al carajo porque es el único capaz de hacer que todas las burras más lindas de la capital fede
ral, salgan de sus guaridas invernales, se pongan esas musculositas no aptas para cardiacos y vayan a caminar por Sta. Fe. Pero es que es verdad, salir a comprar yerba al kiosco parece una fiesta! Me dan ganas de que la boliviana que vende bombachas, sea un mozo con una chopera y que mi Mp3 se escuche al taco por toda la ciudad para poder ponerme a bailar como un enajenado. Los escotes me cruzan a diestra y siniestra, y me mareo de darme vuelta para no perder ni un centímetro cuadrado de piel. Por momentos envidio a los porteros, que desde su posición privilegiada, pasan piropeando y escaneando absolutamente todas las mujeres que se dignan pasar por su edifico. Me encanta caminar, con mis hojotas, mis bermudas, mi musculosa y ver a lo motoqueros encarándose de forma grotesca a una oficinista medio putona que espera en un semáforo en microcentro, él desde su moto absolutamente desquiciado por una respuesta y ella que desde la esquina se ríe y mira para abajo. Y yo no puedo evitar agradecer este paisaje genial, donde las hormonas parece que se me despiertan, y cualquier lugar es bueno para iniciar una conversación con una dama. Nunca me fue tan fácil pasar de un “Che, tenés fuego?” a un “Listo, quedamos el viernes para la diez, te llamo mañana”. He llegado a pensar que salir a correr podía llegar a ser un refugio seguro para salir de esta hipnosis callejera, pero nunca me equivoqué tan fiero. Entre los enteritos Nike que se ajustan tanto que te da bronca, y las elongaciones después de correr, quedo sin rumbo por lapsos de tiempo que me pueden costar la vida si estoy trotando sobre un terreno irregular o cerca de alguna avenida cargada. . Y saber que todo esto: éste estado de ánimo bien arriba (entendelo como quieras), estas ganas de salir de mi casa y conocer cosas, es culpa del Soberano de Arriba a mí me hace quererlo como a nadie.

Que decir de cuando me pongo a pensar en esos programas que sin él parecen ridículos e incómodos. Si es invierno: “Che amiguito, nos juntamos a tomar una birra en el bar de la vuelta?”, “Estás loco hermano?. Son las tres de la tarde y tengo que laburar un montón todavía”. El frío es vil y mal consejero y las nubes son tristeza. Si es verano: “Che amiguito, nos juntamos a tomar una birra en el bar de la vuelta?”, “Uuuu, alta idea, ahora me escapo del laburo y paso por el cajero. Nos vemos en 15.” El Sol es sabio consejero y amigo fiel hasta el final. Es que es así, el Sol
me hace bien. Y me junto con mi amigo, y nos pedimos una birra, y después nos pedimos otra y otra más, y llega un momento en que son las 5 de la tarde, los rayos cálidos de luz me están acariciando la cara y los brazos por la camisa de manga corta, y la birra que transpira y me mira, y la gente que pasa contenta. Ellas porque están más lindas y ellos por la misma razón. Y yo que estoy como quiero, y me brota desde lo más hondo esa sensación de bienestar, ese olor a verano que me seduce y esa expectativa que genera el fin de año y la perspectiva de un año mucho mejor. Me convenzo a mi mismo que es imposible estudiar con el Astro Rey rondando mis días, y me relajo en forma profunda, y me pongo a cantar bien bien fuerte pensando que afino.

La canción “Hace calor” de Los Abuelos de la Nada describe en forma sublime la sensación que me prov
oca el verano y el asociado período de vacaciones. Saber que alcanza con las hojotas y con el traje de baño, saber que dentro de no muy poco voy a poder meterme en el mar y barrenar olas a pelo y reírme de cuando estaba estudiando como si realmente me gustara. Esas cosas hacen que sonría, mire hacia el cielo y lo descubra ahí, guiñándome el ojo. Si sabrá de esto este Personaje Brillante. Que lindo es cuando mi mayor problema consiste en decidir que es lo que voy a hacer a la noche, o si ir al gimnasio a la mañana o a la tarde. Y en plena época de rendida, cuando todo parece venirme mal y costarme un Perú, me acuerdo de eso y me nace una linda nostalgia. Me acuerdo de subirme al auto para manejar en patas y tener que sacudirme la arena antes de entrar, o de estar quemado y sentir como crece en contraste de colores cada vez que me saco el calzoncillo. Siento como mi cuerpo me pide que vuelvan esos días de playa que tienen mucho mar, mucho chamuyo diurno, mucho mate, mucha luz y mucha guitarra cuando cae el sol. Y llegar a mi casa a eso de las 10, bañarme y descorchar, y arrancar la noche con la cara bordó y una energía que parece no acabarse.

Por eso
, en este período prevacacional de Noviembre-Diciembre, en que se viene la época de cerrar balances, de rendir finales, de concretar proyectos, agradezco en forma superlativa la presencia de Febo. Porque el Sol es, por definición, alegría, buen humor, símbolo de vida, esperanza, juventud, e inquietud de la buena.



domingo, 2 de noviembre de 2008

La onda verde

Que linda es la onda verde y sentir que avanzo en mi ciudad que conozco. Me siento fluir por las arterias asfaltadas, como un pulso vital que me despierta. Y vivo, y miro, y respiro, y vivo mucho más. Me quiero tragar el aire fresco que entra por mi ventana, y reírme mucho, desafiando a la muerte y al atasque. Te quiero onda verde, como a los regalos que no espero, como a tentarme en clase, como a meterme el dedo en la nariz, como a sentirme parte de lo bueno.